La degradación del medio ambiente, los desastres ecológicos y climatológicos, su impacto sobre las especies y el desequilibrio entre los diferentes países del mundo en el acceso desigual de los recursos, conforman parte de un escenario nada alentador que preocupa y alarma también a los artistas, generando expresiones artísticas que son propias de las sociedades posmodernas occidentales. Desde este contexto de globalización postcapitalista que explota recursos humanos y naturales sin freno ni control, entendemos la obra de Sergio Ferrúa (1959).
Este artista, abandonó hace ya algunos años las mieles del éxito que disfrutaba en su país de origen, para residir y trabajar de forma permanente en contacto directo con el entorno natural de Buñol (Valencia). Allí, en un contexto de extrema austeridad y alejado de la masificación y la uniformidad, Ferrúa investiga las relaciones del individuo y la naturaleza, desde un posicionamiento de compromiso estético, uniendo arte y vida en una intensa actividad artística que lo sitúan, en el polo radicalmente opuesto a las formas de vida imperantes en nuestras agitadas sociedades modernas.
Por este motivo, para aprehender la poética de la obra de este artista, es preciso despojarse del mundanal ruido en el que vivimos sumergidos y entrar, en un especial estado de recogimiento que nos permita afinar nuestra percepción. Para ello, no debemos desproveernos de nuestros habituales códigos visuales, ya que la obra de Ferrúa se inscribe dentro del vocabulario minimalista, punto central de donde parten sus investigaciones para llegar a presupuestos ecológicos.
En Ferrúa, la simplificación formal y la síntesis conceptual dirigida a la captura de lo esencial tiene como objetivo, la búsqueda de una espiritualidad primitiva que conecte al individuo con la naturaleza. Los objetos básicos minimalistas de factura industrial totalmente despersonalizados se transmutan, en frágiles construcciones naturales, en composiciones efímeras hechas de materiales biológicos extraídos y seleccionados con el máximo respeto de la propia naturaleza. Tierras, cuerdas, arcillas son los materiales artísticos con los que construye volúmenes geométricos de gran simplicidad. El objeto industrial habitual del minimalismo, se convierte en una construcción de estructura frágil y efímera que condensa un alto contenido simbólico y conceptual, una síntesis naturaleza-cultura que supone un paso más allá, de las concepciones del mínimal, al rechazar la factura industrial características de esa corriente, para reivindicar lo artesanal, buscando nuevas relaciones entre individuo y naturaleza a través de una poética silenciosa.
Sergio Ferrúa aspira al recogimiento espiritual individual que permita la comunión del hombre moderno con la naturaleza, más allá de la utopía y del lenguaje, el reencuentro con lo primigenio como acción y desde unos valores diferentes a los hegemónicos, reelaborando las relaciones entre las personas y el mundo natural. Para ello, crea “ambientes” diseminados en plena naturaleza de Buñol y realizados también, con materiales perecederos procedentes del mismo entorno natural. El artista, se sirve de árboles, hojas, musgos, insectos, semillas y flores del lugar, para configurar micro espacios naturales que adquieren en sus manos, un delicado y frágil primitivismo en los que consigue la suspensión temporal, a modo de lugares sagrados concebidos para el recogimiento donde hacer posible la comunicación humana con la naturaleza.
Su actividad artística se extiende a acciones con grupos de personas en plena naturaleza conectando así su obra con el arte de acción conocido como Fluxus y relacionado con el Environment (ambientes) aparecido durante las décadas de los sesenta y setenta como consecuencia de la inclusión del tiempo en la escultura. Un arte de acción, que tiene en Ferrúa un componente didáctico, que al situar al individuo dentro del espacio artístico, se configura como obra de arte total rompiendo así, con la alternativa, arte/no-arte. El espectador queda envuelto en un espacio natural creado por el artista, a su vez inscrito en un contexto de naturaleza, para recuperar aquella relación trascendente existente entre el hombre primitivo y la naturaleza, que propicie las condiciones necesarias para que el individuo pueda volver a formar parte de ella.
Ferrúa, consciente de la gran capacidad que poseen las nuevas tecnologías para articular las relaciones sociales y por tanto, de generar un mundo simbólico compartido, utiliza los avances tecnológicos. Su obra efímera, vivida y experimentada de forma directa, es registrada a través de la fotografía para ser difundida en su web completando así, la experiencia estética en una labor de sensibilización comunitaria. Se puede decir, que su obra es, el resultado de una decantación, una depuración del mínimal con derivaciones ecológicas e influencias primitivistas de otro artista constructivista como él, su tocayo JoaquínTorres García.
En resumen, consciente del escaso valor que el economicismo le confiere hoy a la naturaleza, Sergio Ferrúa se propone dotarla de un valor estético, cultural y simbólico no exento de cierto romanticismo, atribuyéndole un sentido nuevo para el hombre moderno, concediendo gran importancia a la emoción y a la intuición en el contexto de una meticulosa planificación y estudio de las relaciones entre naturaleza, los elementos que la componen y la actividad artística, por eso su obra evoca la naturaleza humana y su relación con la esencia de la naturaleza de la que forma parte, infinita, libre, salvaje, azarosa pero también frágil y efímera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario