domingo, 29 de enero de 2012

En torno al arte y la cerveza


Brujo disfrazado de pájaro (1964) Paul Giudicelli

Tesoros del Arte Taino, es el título de la exposición itinerante que comienza su periplo por Europa en las salas del Institut Valencià d´Art Modern (IVAM). Su producción es fruto de un convenio de colaboración firmado en 2005, con el Centro cultural León de la Republica Dominicana.
     No es esta la primera vez que ambas instituciones colaboran, ya en 2005 el Instituto Valenciano expuso en colaboración con este centro, Reinvenciones. Fotografía dominicana post dictadura, y en 2006 y 2007 respectivamente se expuso en el Centro León, El retrato en la colección de fotografía del IVAM y Crónicas de papel.
     Paseando por las salas me preguntaba (como todo el que haya vista la exposición), qué sentido tiene una muestra antropológica centrada en la cultura taína en las salas de un Centro de arte contemporáneo como el IVAM. Una observación detenida me revela que el diseño parte de unos cuantos objetos de artesanía y algunas piezas arqueológicas del periodo precolombino del 350-1500 d.C.; que está ambientada y contextualizada con histomapas y abundantes fotografías acompañadas de múltiples cartelas difícilmente legibles por su extraña colocación. Un diseño expositivo de escasos recursos que no da idea de las prácticas ambientales, artísticas y artesanales expuestas, ni mucho menos del patrimonio inmaterial ni del universo cultural que el folleto de mano asegura reflejar de la hoy desaparecida y olvidada cultura taína. El texto de la página web del Centro León presume que la exposición es el resultado de cuatro años de investigación realizada por especialistas del propio Centro y sin embargo, yo sigo sin ver un resultado de calidad, ni la justificación de recrearla en una humildísima exposición en un Instituto de Arte Moderno.
     He de reconocer, que en un intento de entender y explicar esta exposición, había llegado a pensar que al llevar esta cultura precolombina a un centro de arte moderno, se buscaba equiparar las creaciones populares culturales con una determinada idea de arte elitista. Concepto que subyace hoy por todas partes equiparando todo tipo de humildes objetos a obras de excelente creatividad.
     Nada más de lejos de este pensamiento, pues la exposición cuenta con una sola obra de arte contemporánea fundacional del Centro León. El discurso expositivo debería hacernos reflexionar sobre la importancia del arte teaino para el arte moderno, sin embargo ni siquiera tenemos el placer de ver en qué artistas y obras contemporáneas ha repercutido este ancestral arte taíno. Mi perplejidad ante tanta mediocridad, ha sido total al comprobar que se trata de una simple exposición antropológica que no tiene ni siquiera el mérito de ser innovadora, pues tiene el exclusivo objetivo de mostrar al público el arte primitivo como tesoro del pasado y señas de identidad de los actuales estados nación, solo que en esta ocasión se refiere al Caribe, sin que este esfuerzo haya tenido al menos la preocupación de explicar desde el arte, su conexión con las actuales formas artísticas contemporáneas. Incluso esto mismo en su caso, lo hemos visto repetido hasta la saciedad y con mejores resultados en cualquiera de nuestros museos arqueológicos, antropológicos y etnológicos de cualquiera de nuestras ciudades.
     El Centro León es un centro cultural privado que hace honor con su nombre a Eduardo León Jimenes, fabricante de tabacos, cigarrillos y bebidas cerveceras, fundador en 1903 de una de las dinastías empresariales más importante de la República Dominicana. Los lazos familiares que los unía, se han convirtiendo con el tiempo, en un legado empresarial de carácter nacional. Su misión hoy es convertirse en el grupo empresarial de mayor éxito y reconocimiento público de las Antillas. “Grupo León Jimenes, por una mejor nación” reza su slogan, ¡Y aquí está el IVAM apoyando con su inefable sentido artístico y el dinero de todos nosotros, tan loable fin!.
     El Grupo Leon Jimenes hoy, agrupa un conjunto de empresas dedicadas a la fabricación y comercialización de productos de consumo masivo. Sus unidades de negocio son, Cervecería Nacional Dominicana, Cervecería Bohemia y la fábrica de cigarros La Aurora. Philip Morris asume el control total del negocio de cigarrillos, y sus marcas son líderes del mercado. En este contexto, el museo responde a los objetivos de la mercadotecnia de responsabilidad Social es decir, utilización del arte y la cultura para dar brillo y esplendor a un negocio que puede ser censurado por el tipo de producto que fabrica y comercializa. Cigarrillos y Alcohol.
     Con el dinamismo y modernidad que caracteriza a tan ilustre Centro cultural, se intenta asociar las cualidades de la obra artística moderna, al nombre de la empresa o de sus Fundaciones a través de la exhibición de piezas arqueológicas, de artes plásticas y de actividades culturales en un intento de responder al concepto de reserva del patrimonio cultural como seña de identidad de la cultura dominicana. Sus orígenes se sitúan en el I concurso de Arte Eduardo León Jimenes de 1964, del cual se exhibe el cuadro ganador en la exposición, titulado Brujo disfrazado de pájaro, donde el artista Paul Giudicelli formula claves de la modernidad artística de su país, a través de referentes afrocaribeños y de las pictografías taínas. La obra es por tanto, la confluencia entre la cultura antigua y la modernidad del país, conectando el pasado y el presente con el que se puede construir la identidad de una región, un país y en última instancia un grupo empresarial con la intención quizá, de expandirse por Europa.
     Para ello las empresas crean Fundaciones que dedican pequeños presupuestos para actividades culturales provincianas y menesterosas, exposiciones en todos los sentidos que, como la actual del IVAM pobre e inadecuada donde las haya, supone un paso más hacia la caída en picado del prestigio de la institución valenciana, que con la excusa de falta de presupuesto se atreve con exposiciones de cuarta o quinta categoría, donde el arte contemporáneo brilla por su ausencia. Hasta ahora habíamos visto ausencia de criterio expositivo, de discurso expositivo, pero de arte contemporáneo


                                       Desoladora vista general de la exposición

      La triste recreación del altar sincrético donde se utilizan objetos de la cultura taína, junto a piezas de origen hispánico y africano, es un vano intento de mostrar cómo, parte de la simbología de aquella cultura ancestral, pasa a formar parte de la religiosidad popular dominicana actual, resultando burda y falta de imaginación como obra para exponerla en un Museo de la categoría del IVAM. Y yo me pregunto ¿qué tiene que ver esto con el arte moderno o contemporáneo?. Entendemos que los actuales artistas hoy en boga, deben ser caros para exponer y, contratar a buenos comisarios también. Entonces, por qué no se aprovecha esta coyuntura para potenciar a nuestros artistas valencianos, por qué no se exponen los fondos del Instituto valenciano para hacer exposiciones, porqué no se contrata a jóvenes gestores culturales valencianos para diseñar un programa expositivo innovador y de calidad. Mientras tanto, los jóvenes artistas y profesionales de la cultura de nuestra Comunidad se desesperan por falta de iniciativas públicas, nuestra ciudad cae en la más pura mediocridad cultural, teniendo como tenemos un carísimo centro de arte que vive de espaldas a sus jóvenes creadores.

      Desde luego si siguen así, veremos en el IVAM exposiciones gastronómicas alternadas con desfiles de moda Milano y Vuitton de gran predicamento entre las elites políticas, decoradas con arreglos florales de ikebana o papiroflexia. Esto no tiene arreglo.



domingo, 8 de enero de 2012

Sherlock Holmes: Juego de Sombras


     La película Sherlock Holmes: Juego de sombras, de Guy Ritchie (2011) pertenece a ese grupo de películas del cine posmoderno que sin pretensiones de verdad, intenta hacer pasar un buen rato a través de una gran carga de realismo apoyada por un magnífico diseño de producción.
     La última entrega de la saga estrenada en nuestro país el pasado 5 de enero, continúa utilizando, como no podía ser de otra manera, la misma exitosa fórmula de la primera contando con la complicidad y la participación del gran público a través de tres resortes fundamentales.
     A saber, la química conseguida por los dos actores principales, Robert Downey Jr. (Sherlock Holmes) y Jude Law (Dr. Watson) similar a la conseguida por Paul Newman y Robert Redford en Dos hombres y un destino, de George Roy Hill, (1969) de la que resuenan pinceladas; la no ocultación de la ficción, la certidumbre de estar viendo una representación pero ahora con un Scherlock Holmes más bufón, un comediante que no duda en travestirse y maquillarse para evidenciar que estamos ante una comedia y donde el cine se muestra como es, como una farsa donde las citas cinematográficas conocidas por el gran público se hacen explícitas (Dos mulas y una mujer, Don Siegel, 1970). El tercer y gran recurso de esta recién iniciada saga, es la nostálgica recuperación de un pasado evocado como un mundo nuevo de similares características al actual. En él la tecnología y el progreso parecen anunciar un mundo joven y mejor que merece ser vivido, presagiando a la vez, las crisis europeas y el difícil futuro al que el viejo continente se enfrenta. Con estos tres ingredientes, los personajes que indudablemente representan al bien, se enfrentan con optimismo juvenil y vencen al mal representado por los tiburones de las finanzas y las economías basadas en la industria de la guerra, grave y duradero conflicto cuya complejidad y cuyo desafío anuncia una tercera entrega.
     Por otro lado, la película mantiene algunos de los aciertos de la primera y ahonda en errores nuevos. Entre los aciertos está la utilización de la misma banda sonora, seña de identidad de la saga, el uso de la tensión entre los dos protagonistas, la visión de una inteligencia en Holmes que no se basa en la mecánica de la lógica deductiva, sino más bien en la concatenación de causas y efectos que revelan una intuición excepcional, muy cercana a la visión romántica de la enfermedad mental como fuente de genialidad.
     La visualización del procesamiento cognitivo de la información (otra seña de identidad de esta saga que todos los espectadores esperan ver), y que anticipa las acciones de Holmes, resulta reiterativa y previsible. La Razón aquí, no es un privilegio del personaje como en las versiones antiguas, sino un signo distintivo que provoca la inadaptación y singulariza al que lo padece. La crisis de la Razón y del positivismo científico actual, no permiten ver el método hipotético deductivo que hizo famoso a este personaje en las antiguas versiones como una cualidad positiva, no permite hacer lecturas positivas del proceso de prever el futuro a través de la razón humana (pero tampoco a través de la lectura de la cartomancia), siendo preferible en este Holmes posmoderno, que su especial capacidad se derive de la intuición y de su especial personalidad.
     Las antiguas adaptaciones del famoso detective, cuyas lecturas estaban relacionas con las drogas, la misoginia o los problemas familiares (La vida privda de Sherlock Holmes, Billy Wilder, 1970) aparecen aquí solo insinuadas y como producto coherente de una personalidad asocial y maniaco depresiva, que en base a su contexto cinematográfico cristaliza como la fuente de esa especial idiosincrasia del héroe posmoderno, transformado en artista, cómico, científico peculiar, gran observador con el fin de facilitar la identificación de manera similar al héroe clásico.
     La película es una mezcla de géneros, comedia, western, policiaco, suspense y aventuras por donde Holmes transita disfrazado burdamente para que se vea la pantomima, el personaje se mueve por diferentes decorados adoptando, como el individuo contemporáneo, diferentes identidades. En la ópera de Don Giovanni de Mozart o en el mundo de nómadas de los gitanos, el sucio, romántico y asocial Holmes está en su salsa porque nada es lo que parece.
     La carga homoerótica que se deduce de la relación de ambos protagonistas en las novelas de Conan Doyle, queda aquí diluida gracias a la relación heterosexual de Watson, cuya pareja (Geraldine James) aparece y desaparece convenientemente, junto a la humorística aparición de Stephen Fry como hermano de Sherlock Holmes (para recordarnos quién es el homosexual) alejando así la película de cualquier identificación con el cine homoerotico y ridiculizar la pretendida homosexualidad de los personajes protagonistas y deja claro que no existe más que una buena amistad entre los dos hombres, aunque vaya en detrimento de la profundidad del personaje de la novia de Watson que queda reducida a lo testimonial.
     En la parte negativa de esta nueva entrega del famoso detective está la soporífera trama encorsetada en un montaje excesivamente mecánico a lo James Bond, donde los diálogos van seguidos de acciones gratuitas y previsibles en la mayor parte de los casos, que sin embargo no acaban de arruinar la película. El propio profesor Moriarty podría pasar por uno de los arquetipos de malvado de la saga jamesbondiana, y las veladas alusiones a la trama de Operación Trueno de Terence Young, 1965 con el asunto de las operaciones faciales, indican que la película está pensada como mero entretenimiento.
     En cualquier caso, lo más interesante de esta segunda entrega sigue siendo el magnífico diseño de producción que consigue recrear la época victoriana durante el reinado de Jorge V y la transición del siglo XIX al XX marcada por los efectos de la Revolución Industrial (el año concreto es 1891), cuyos espacios son igualmente familiares para el actual gran público, ya que se ha buscado en realidad la mayor concordancia con la transición del XX al XXI, e inspiran la presencia de un mundo en el que no estuvimos pero que habitamos y sentimos extrañamente familiar. El pasado como metáfora del presente funciona a la perfección subrayando con ello, la validez de esa nostalgia posmoderna para rescribir los viejos mitos de un cine basado en la literatura popular, consiguiendo la identificación y participación del espectador sin renunciar al cine de espectáculo.
 Al igual que la entrega anterior, se trata de un cine maduro y bien documentado cuya envoltura histórica sostiene eficazmente la trama aunque decae en las escasas ocasiones en las que estas referencias históricas desaparecen. Se trata de un entorno decimonónico que sirvió para explicar de dónde surgían personajes como Holmes y Watson, a través de un Londres victoriano tan bien recreado, que era un personaje en sí mismo. Mientras que en la recién estrenada, el entorno aparece como un decorado, un elementos estético más al servicio del espectáculo que enriquece las escenas, pero resta profundidad a los personajes conocidos ya por los seguidores de la saga. Su director Guy Ritchie da un paso más hacia la espectacularización con dudosos resultados para atraer a un público masivo, aguando las expectativas de aquellos a los que nos hubiera gustado conocer más a fondo a los Holmes y Watson posmodernos que tan bien abocetados quedaron en la primera entrega.

Director: Guy Ritchie
Fecha de estreno en España: 5 enero 2012.
Estados Unidos.