martes, 12 de marzo de 2013

La obra de Carlos Forns, en el barrio de Russafa de Valencia

De amore, Carlos Forns Bada 2007

      En Russafa, uno de los barrios de más solera de Valencia, situado junto al ensanche burgués del siglo XIX-XX y en el mismo corazón de la ciudad, ha eclosionado un movimiento cosmopolita que se mueve entre el arte, la multiculturalidad y la innovación cultural. Se alimenta de los opuestos, de la heterogeneidad de sus componentes y de su afán por la búsqueda de nuevas identidades y experiencias.
      El propio topónimo de Russafa nos transporta al pasado árabe del barrio, en cuyo idioma significa “jardín” debido a la esplendida zona ajardinada que rodeaba una finca de recreo construida por Abd Allah al-Balansi, hijo de Abderraman I, allá por el siglo IX.
     Sin la necesidad de grandes contenedores culturales como en Bilbao, ni de grandes inversiones de la Administración, se han ido instalado en el barrio de Russafa talleres de artistas, galerías de arte contemporáneo, organizaciones sociales y asociaciones culturales que promueven la aparición de modernos y cosmopolitas espacios de arte, de experimentación y ocio, contribuyendo día a día a la revitalización y regeneración constante de una zona urbana que hasta hace bien poco, presentaba graves procesos de degradación urbanística y social junto a un fuerte envejecimiento de su población.
     Desde hace diez años y de forma espontánea, comenzaron a llegar al barrio y a instalarse, inmigrantes de todas las nacionalidades y artistas con diferentes inquietudes vitales y heterogéneos bagajes culturales, entendiendo y desarrollando sus actividades y sus vidas a través del arte y de la pacífica convivencia multicultural. Un rico crisol cultural se fue conformado a través de los  profesionales de las artes, que concienciados de la pérdida de identidad que sufren las modernas ciudades del siglo XXI, trabajan de forma espontánea para conservar y conectar aquello que es peculiar de la identidad valenciana con las diferentes culturas instaladas en el barrio.
     Como si las simientes plantadas en aquel antiguo jardín árabe hubieran germinado y dado sus frutos, Russafa es hoy uno de los barrios más dinámicos y cosmopolitas de la ciudad, un inmenso vergel de arte lleno de vida y ajetreo, con modernas e interesantes tiendas que vale la pena visitar por su diversidad cultural, sus contrastes, su convivencia desinhibida y su permanente actividad reivindicativa y festiva.
     Así, en una visita por el barrio de Russafa nos encontramos con numerosos espacios donde se desarrollan todo tipo de actividades culturales, lúdicas y sociales por medio de talleres, cursos, charlas, actuaciones escénicas y gastronomías del mundo.
     También podemos encontrar talleres de arquitectura, de grabado, de diseño e interiorismo y Galerías de arte gestionadas con muy diversos planteamientos donde se expone el arte más vanguardista consolidado y emergente. Desde las regentadas por los propios artistas que intentan también impulsar, difundir y promocionar artistas jóvenes o consagrados, mediante encuentros artísticos y fórmulas interdisciplinares a través del mestizaje (Espai Tactel), pasando por galerías que entienden el arte integrado en la vida cotidiana (Imprevisual), conectándolo con el barrio evitando así la separación arte / vida diaria que tanto preocupaba a los artistas de las Vanguardias del periodo de entreguerras. Dentro de este heterogéneo abanico de posibilidades, encontramos también galerías más reacias a la comercialización del arte, con artistas que viven desvinculados de cualquier otro interés ajeno al mundo del arte (Sporting Club Russafa), trabajando con premisas surrealistas en diferentes campos creativos, como la pintura, las artes escénicas y la literatura.


                                                        La cigarra y la hormiga, Carlos Forns Bada, 2010

     Un ejemplo paradigmático de esta efervescencia cultural y creativa, la encontramos en la obra de Carlos Forns Bada que se expone estos días en la galería Espai Tactel, de la calle Denia del Barrio de Russafa titulada Estrategias expedicionarias (Voyages of discovery).
     Carlos Forns Bada ha expuesto sus obras en gran parte del territorio español y en diferentes exposiciones internacionales. En su obra se aprecian sus vivencias en la movida madrileña, sus experiencia en Sevilla y también de fuertes influencias del arte contemporáneo italiano. Forns nos habla de rupturas y retornos, de la virtud de la sencillez y la claridad en la representación del objeto de brillante cromatismo característico de la estética. posmoderna. 
     Un interesantísimo trabajo que nos acerca a un universo subjetivo a través de objetos biomórficos y fitomórficos que tienen la cualidad de remitirnos a mundos intrapsíquicos, por medio de imágenes de gran plasticidad suspendidas sobre esplendidos fondos.
     Su poética evoca un medio acuoso, donde se desarrolla toda la energía de un mundo embrionario a punto de eclosionar, en un juego de opuestos inclusivo que reta nuestra percepción en estudiadas composiciones de apariencia azarosa. Un mundo onírico, una utopía que despliega un cosmos de formas óseas rígidas junto a otras blandas extraídas de los tres reinos de la propia naturaleza, reunidos sin separación clara entre ellos y desprovistos de cualquier tipo de clasificación objetiva pero que sin embargo, evoca un orden nuevo e inclasificable.
     Un universo vitalista y rico en referentes primigenios y evolucionados, sinuosos y rígidos. Brotes, zarcillos, estructuras óseas, frutos, minerales, semillas, gemas, rizomas e insectos son elementos que forman parte de la naturaleza, pero de una naturaleza soñada. Más allá de la figuración y la abstracción, son citados de forma plástica por la mano del artista y transformados en una realidad simbólica que los incluye a todos.
     Siguiendo con el juego de opuestos, sus insólitas composiciones están pobladas de simientes a la espera de eclosionar, junto a la belleza de insectos y flores representadas en todo su esplendor evolutivo, mientras que las rígidas formas óseas han quedado como huellas de experiencias pasadas, como antiguos temores olvidados pero no superados, conformando un inesperado dinamismo congelado flotando en un vacío onírico de un planeta ignoto, donde nacimiento, vida y muerte conviven en el eterno retorno del ciclo de la vida que forma parte también, de la propia psique humana.
     La vitalista obra de Forns posee la capacidad de conectarnos con nuestra propia subjetividad y a la vez, con el germen de la creatividad artística. Su obra es por tanto una celebración de la vida pero también, un canto a la creatividad humana, donde la palabra vida, se transforma en una joya especial de perfil polimórfico y caleidoscópico que engloba también el caos ordenado de la soledad y la muerte, junto a la nostalgia de lo que nunca llegó a ser.