jueves, 11 de abril de 2013

ALFONSO RENZA EN RUSSAFA


Sin titulo. 100 x 70 cms. Óleo sobre papel (2010)

     Trazografías es el título de la última exposición del artista Alfonso Renza, que estos días se expone en la galería Imprevisual del barrio de Russafa de Valencia. Renza es un artista de trayectoria internacional que aúna una sólida formación artística y una poderosa fuerza expresiva. Sus obras son el producto de una constante reflexión y búsqueda acerca de la condición humana, el ser y la existencia, como un proceso dual en el que el presente representa una dicotomía esencial. La potencialidad de lo que todavía está en proceso de construcción, junto a las limitaciones y constreñimientos que implica toda existencia física.
        La visita al espacio expositivo deja al visitante con una extraña sensación de estar siendo observado por multitud de miradas, que incansablemente parecen interrogarle desde anónimos y pasivos rostros evanescentes, no exentos de cierto desasosiego. El cuadro aquí interroga a la vez que representa, incomodando al visitante con su persistente mirada de grafito, la sorpresa y la extrañeza son totales. La fuerza compulsiva de su trazo también.
       Esta mirada expresa en realidad una necesidad no resuelta que debe ser definida desde la tensión provocada por el discurso y la mirada de los otros frente a la propia conciencia, por ello, es también una forma especular de afrontar las propias necesidades del observador.
       Sus obras expresan el fluir, la modificación, la potencialidad y el miedo. El proceso del ser que se debate entre lo imaginario y lo real, atrapando el cuerpo donde se aloja y trasformándolo en víctima doliente, en un proceso de construcción indefinido, siempre inacabado.
       Renza, con sus exvotos – así es como el artista llama a sus obras-, nos introduce en medio de una tensa lucha que se desarrolla en el interior del individuo moderno. El artista toma el cuerpo humano como campo de tensiones, de exploración y de análisis, por medio de geometrías, de texturas y de arquitecturas para transformarlo en la medida creativa de la angustia y la compulsión.
       El cuerpo puede transformarse, con su geometrización, en un inacabado ente mecánico, un diluido deseo, o en un sólido amasijo de carne cavernosa, pero siempre aparece constreñido y en proceso de construcción. Y como toda construcción implica una dolorosa renovación y destrucción. Las anatomías se ven atrapadas en un proceso de indefinición o conformadas en un contexto conflictual. Siempre dolientes y sacrificadas por el constante proceso de formación de la identidad. La confrontación entre la categorización social y lo físico se transforma así en anhelo, en renuncia, en deseo.
       La enorme fuerza compulsiva de estas “trazografías”, nos remiten a ese proceso de definición entre el yo y el yo ideal pero también, en relación con el otro, La sobriedad y reducción del cromatismo (en las reducidas ocasiones en las que utiliza los colores) tratan de introducirnos en ese mundo contradictorio, conflictivo y sin optimismo.

 
                                            Serie El grito. 44 x 28,5 cms. Técnica mixta en papel (2012)

     Esta construcción simbólica, se realiza sobre un cuerpo físico representado por otros, casi siempre pasivo, donde el ideal y lo real se contraponen como dos dualidades superpuestas formando parte de esa construcción de identidades. Su esencia aúna lo individual narcisista y al “otro” en un espacio pictórico de superposiciones y tachaduras que reescriben en sus trazos las formas y contenidos de la biografía humana.
     La identidad no es algo definido e identificable, sus contornos son difusos, su naturaleza dual, múltiple, solapada. Entre lo físico y lo espiritual, la fuerza generatriz de lo sexual se torna impulso inmaterial capaz de unificar los opuestos, en un universo nuevo donde las individualidades se borran o entran en conflicto, se dotan de un nuevo sentido indefinido o generan nuevas realidades indeterminadas y angustiosas.
     De este modo el sexo aparece aquí, como causa primordial a la vez que fisiológica con capacidad de impulsar hacia lo trascendente. Desde este punto de vista, en la obra de Renza, la genitalidad visible, remarcada y siempre presente aparece como una opción ineludible, tornándose totalmente “escatológica”, pero desde esa acepción que entiende lo escatológico como pregunta sobre la existencia humana después del continuado y renovado fin de los universos que entretejen nuestros deseos.
     Este torturado creador con sus “trazografías”, su fuerza expresiva y su obra plena de resonancias evocadoras de toda la historia del arte, nos anuncia un artista abocado a la búsqueda progresiva de una mayor simplicidad, al que vale la pena seguir.

TRAZOGRAFÍAS
Valencia. 1 de marzo - 30 de abril, 2013

Galería Imprevisual
Calle Dr. Sumsi. 35
46005-Valencia



martes, 12 de marzo de 2013

La obra de Carlos Forns, en el barrio de Russafa de Valencia

De amore, Carlos Forns Bada 2007

      En Russafa, uno de los barrios de más solera de Valencia, situado junto al ensanche burgués del siglo XIX-XX y en el mismo corazón de la ciudad, ha eclosionado un movimiento cosmopolita que se mueve entre el arte, la multiculturalidad y la innovación cultural. Se alimenta de los opuestos, de la heterogeneidad de sus componentes y de su afán por la búsqueda de nuevas identidades y experiencias.
      El propio topónimo de Russafa nos transporta al pasado árabe del barrio, en cuyo idioma significa “jardín” debido a la esplendida zona ajardinada que rodeaba una finca de recreo construida por Abd Allah al-Balansi, hijo de Abderraman I, allá por el siglo IX.
     Sin la necesidad de grandes contenedores culturales como en Bilbao, ni de grandes inversiones de la Administración, se han ido instalado en el barrio de Russafa talleres de artistas, galerías de arte contemporáneo, organizaciones sociales y asociaciones culturales que promueven la aparición de modernos y cosmopolitas espacios de arte, de experimentación y ocio, contribuyendo día a día a la revitalización y regeneración constante de una zona urbana que hasta hace bien poco, presentaba graves procesos de degradación urbanística y social junto a un fuerte envejecimiento de su población.
     Desde hace diez años y de forma espontánea, comenzaron a llegar al barrio y a instalarse, inmigrantes de todas las nacionalidades y artistas con diferentes inquietudes vitales y heterogéneos bagajes culturales, entendiendo y desarrollando sus actividades y sus vidas a través del arte y de la pacífica convivencia multicultural. Un rico crisol cultural se fue conformado a través de los  profesionales de las artes, que concienciados de la pérdida de identidad que sufren las modernas ciudades del siglo XXI, trabajan de forma espontánea para conservar y conectar aquello que es peculiar de la identidad valenciana con las diferentes culturas instaladas en el barrio.
     Como si las simientes plantadas en aquel antiguo jardín árabe hubieran germinado y dado sus frutos, Russafa es hoy uno de los barrios más dinámicos y cosmopolitas de la ciudad, un inmenso vergel de arte lleno de vida y ajetreo, con modernas e interesantes tiendas que vale la pena visitar por su diversidad cultural, sus contrastes, su convivencia desinhibida y su permanente actividad reivindicativa y festiva.
     Así, en una visita por el barrio de Russafa nos encontramos con numerosos espacios donde se desarrollan todo tipo de actividades culturales, lúdicas y sociales por medio de talleres, cursos, charlas, actuaciones escénicas y gastronomías del mundo.
     También podemos encontrar talleres de arquitectura, de grabado, de diseño e interiorismo y Galerías de arte gestionadas con muy diversos planteamientos donde se expone el arte más vanguardista consolidado y emergente. Desde las regentadas por los propios artistas que intentan también impulsar, difundir y promocionar artistas jóvenes o consagrados, mediante encuentros artísticos y fórmulas interdisciplinares a través del mestizaje (Espai Tactel), pasando por galerías que entienden el arte integrado en la vida cotidiana (Imprevisual), conectándolo con el barrio evitando así la separación arte / vida diaria que tanto preocupaba a los artistas de las Vanguardias del periodo de entreguerras. Dentro de este heterogéneo abanico de posibilidades, encontramos también galerías más reacias a la comercialización del arte, con artistas que viven desvinculados de cualquier otro interés ajeno al mundo del arte (Sporting Club Russafa), trabajando con premisas surrealistas en diferentes campos creativos, como la pintura, las artes escénicas y la literatura.


                                                        La cigarra y la hormiga, Carlos Forns Bada, 2010

     Un ejemplo paradigmático de esta efervescencia cultural y creativa, la encontramos en la obra de Carlos Forns Bada que se expone estos días en la galería Espai Tactel, de la calle Denia del Barrio de Russafa titulada Estrategias expedicionarias (Voyages of discovery).
     Carlos Forns Bada ha expuesto sus obras en gran parte del territorio español y en diferentes exposiciones internacionales. En su obra se aprecian sus vivencias en la movida madrileña, sus experiencia en Sevilla y también de fuertes influencias del arte contemporáneo italiano. Forns nos habla de rupturas y retornos, de la virtud de la sencillez y la claridad en la representación del objeto de brillante cromatismo característico de la estética. posmoderna. 
     Un interesantísimo trabajo que nos acerca a un universo subjetivo a través de objetos biomórficos y fitomórficos que tienen la cualidad de remitirnos a mundos intrapsíquicos, por medio de imágenes de gran plasticidad suspendidas sobre esplendidos fondos.
     Su poética evoca un medio acuoso, donde se desarrolla toda la energía de un mundo embrionario a punto de eclosionar, en un juego de opuestos inclusivo que reta nuestra percepción en estudiadas composiciones de apariencia azarosa. Un mundo onírico, una utopía que despliega un cosmos de formas óseas rígidas junto a otras blandas extraídas de los tres reinos de la propia naturaleza, reunidos sin separación clara entre ellos y desprovistos de cualquier tipo de clasificación objetiva pero que sin embargo, evoca un orden nuevo e inclasificable.
     Un universo vitalista y rico en referentes primigenios y evolucionados, sinuosos y rígidos. Brotes, zarcillos, estructuras óseas, frutos, minerales, semillas, gemas, rizomas e insectos son elementos que forman parte de la naturaleza, pero de una naturaleza soñada. Más allá de la figuración y la abstracción, son citados de forma plástica por la mano del artista y transformados en una realidad simbólica que los incluye a todos.
     Siguiendo con el juego de opuestos, sus insólitas composiciones están pobladas de simientes a la espera de eclosionar, junto a la belleza de insectos y flores representadas en todo su esplendor evolutivo, mientras que las rígidas formas óseas han quedado como huellas de experiencias pasadas, como antiguos temores olvidados pero no superados, conformando un inesperado dinamismo congelado flotando en un vacío onírico de un planeta ignoto, donde nacimiento, vida y muerte conviven en el eterno retorno del ciclo de la vida que forma parte también, de la propia psique humana.
     La vitalista obra de Forns posee la capacidad de conectarnos con nuestra propia subjetividad y a la vez, con el germen de la creatividad artística. Su obra es por tanto una celebración de la vida pero también, un canto a la creatividad humana, donde la palabra vida, se transforma en una joya especial de perfil polimórfico y caleidoscópico que engloba también el caos ordenado de la soledad y la muerte, junto a la nostalgia de lo que nunca llegó a ser.




jueves, 3 de enero de 2013

Por qué el Pop Art Americano está anacrónico



Autorretrato (Detalle) c.a. 1982
Collection of The Andy Warhol Museum, Pittsburgh

Exposición Andy Warhol Superstar

    La Fundación Bancaja ha exhibido durante estos días la exposición Andy Warhol Superstar. Su comisario, Fernando de Castro, justifica la misma por la necesidad de revisar un tipo de arte que, producido en los años sesenta del siglo pasado, ha influido considerablemente en el arte del siglo XXI.
     La seriación de productos de consumo masivo, característica del movimiento pop como la famosa obra que reproduce la sopa Campbell, los  retratos de personajes populares del mundo de la política, como Lenin, del cine como Liza Minelli o John Wayne; o de las obras de arte clásico como La última cena de Leonardo Da Vinci, descontextualizadas y modificadas con la estética de la reproducción masiva, supuso la legitimación de lo banal y la redefinición de los límites del llamado arte con mayúsculas.
    Con la exhibición de esta nueva iconografía en las galerías de arte de su época y su posterior entrada en los museos, estas obras quedaron así transformadas para siempre en iconos de lo cotidiano, abriendo la puerta a un tipo de iconografía popular ligada a la cultura de masas, no incluida hasta ese momento como parte de la “alta cultura”.
     Las implicaciones de este hito artístico fueron enormes, pues a partir de aquí las imágenes populares entraron en el Olimpo del “gran arte”, integrando aquellos objetos propios de la contemporaneidad y sobre todo, consiguió la legitimación de una forma de producción a la que se le había negado su capacidad para generar arte: la producción industrial.
     En este sentido, la exposición pretende legitimar a Warhol como el mayor exponente del movimiento Pop, conectando algunas de sus declaraciones con las obras expuestas. Una de ellas, escrita junto a dos obras consagradas como son La última cena de Leonardo y El Grito de Edward Munch, es especialmente significativa:

                                      No tengo un gran mensaje concreto.
                                      Ojalá lo tuviera. Sería fantástico tenerlo.
                                      Creo que no hay mejor mensaje que la diversión.
                                      Así que intentemos ser divertidos.

     Es decir, estamos ante un pensamiento vinculado al disfrute, centrado en el hedonismo de la sociedad de consumo y celebrado a través del arte, unido a un estilo de vida donde la interacción social, el ver y ser visto y la representación ficcional, lo era todo. Nacía así un nuevo intento por redefinir el arte, rompiendo con el concepto de arte clásico normativo pero, sobre todo, expresa el hartazgo ante la pintura abstracta y gestual de los años cincuenta que defendía la subjetividad instintiva del autor.
    Warhol expone así sin ambages, su nula intención de transmitir un mensaje fuerte o cualquier crítica social. Lo cual está en contradicción fundamental con la interpretación que el Comisario de esta exposición le da a la obra de Warhol, a la que le atribuye una intencionalidad de provocar o ridiculizar la sociedad de consumo americana. Esta interpretación la pone él desde la contemporaneidad, porque lo que en realidad hacía Warhol en los años 60 y la mayoría de sus colegas del movimiento Pop americano con estas representaciones, era celebrar la sociedad de consumo. 
    El artista norteamericano daba cuenta en su obra de que aquella cultura popular vinculada a la bonanza económica, no era nada de lo que avergonzarse. Gracias a la reconstrucción europea de después de la Segunda Guerra Mundial y los bienes de producción masiva, los hogares americanos se llenaron de electrodomésticos y de atractivos productos de consumo, ofreciendo una confortabilidad nunca vista hasta entonces. Una nueva generación se desvinculaba así de los valores del trabajo y del sacrificio que habían generado sus padres.
     Una de las aportaciones del Pop Art fue como decimos, la incorporación de toda esa iconografía del consumo a la pintura que  pasó a formar parte del arte con mayúsculas. La diferencia más radical en ese momento fue que la iconografía que el arte representaba no procedía ya de las élites, sino de las clases populares.
     Desde este punto de vista es entendible que al comisario de la exposición se le haya olvidado o no quiera que el artista "Superstar" aparezca vinculado a lo superficial porque no está el horno para bollos, en un momento de crisis profunda como el que se vive en España, donde mucha gente no puede acceder a lo más básico, la verdadera naturaleza de la obra de Warhol con su banalidad y falta de compromiso social sería visto un tanto hiriente o cuando menos como una exposición fútil e innecesaria. De hecho, la entrada a la exposición cuesta un euro a beneficio de la Casa de Caridad de Valencia. En España hoy, la caridad está sustituyendo a los Servicios Sociales. Es una vuelta de tuerca más que parece acercarnos cada vez más a la ética del siglo XIX.
     Sin embargo, la característica frialdad (arte cool por excelencia) y falta de compromiso de este arte chirría hoy entre la desesperanza y la falta de inocencia del contexto tardomoderno, enmascarado por algunos para poder exponer una obra a todas luces extemporánea al menos con la forma expositiva con la que se nos presenta.
     En efecto, la obra de Warhol expuesta en el Centro Cultural Bancaja, aparece como un sin sentido para el sufriente ciudadano de a pie. Pasada de moda, ininteligible, fría distante e inexplicable, quizás también porque la exposición aparece completamente descontextualizada de esa euforia consumista de aquellos años sesenta que, de alguna manera, nos acercaría un poco a la comprensión de una obra seleccionada con el único criterio discursivo de ensalzar al artista que la creó.
     Pues la exposición tiene una misión que cumplir que está más allá de satisfacer las necesidades culturales o estéticas del visitante. La de exponer la obra del artista Pop por antonomasia en un espacio museístico en cumplimiento de la política de puesta en valor de la obra warholiana promovida por el propio Museo Andy Warhol de Pittsburgh en Pennsylvania (EEUU) y la Andy Warhol Foundation cuyo fin, es que la obra del artista “Superstar” no baje de cotización a base de estar en el candelero en los diferentes países europeos.
     La decisión de dicha Fundación de poner a la venta progresivamente a lo largo de los últimos años la obra del artista estadounidense, a través de empresas de subastas como Christie’s y Sotheby, aprovechando el momento de turbulencias financieras que vive el mercado de valores y el consiguiente riesgo de invertir en él, explica el origen de esta exposición como una herramienta del marketing que acompaña la voluntad especulativa de dicha Fundación.
     A raíz del éxito de venta conseguido en 2007 con el cuadro Tourquoise Marilyn (1964) que alcanzó la cifra de 80 millones de dólares; la obra Eight Elvises (1963) con 100 millones de dólares en ese mismo año, los 71,7 millones conseguidos por la obra Green Car Crash (Coche ardiente verde, 1963) en una subasta de Christie’s en mayo de 2007, y más recientemente, los 37.042.500 dólares conseguidos el 9 de mayo de 2012 por otro retrato de Elvis Presley representado también como vaquero, Double Elvis (1963) en Sotheby, el museo Andy Warhol sigue una tendencia alcista que busca aprovechar el contexto de sobrecalentamiento del mercado del arte sobre todo contemporáneo para vender sus fondos al mejor precio posible.
     En este sentido, la Fundación Bancaja sería ejemplo de institución museística al servicio del mercado del arte. Lo cual está lejos de la realización de una exposición pensada con sentido didáctico, goce estético u obra social.
     Por eso, cuando veamos que una exposición está dedicada a un solo artista con títulos grandilocuentes como esta “Andy Warhol Superstar” debemos recelar o sospechar que probablemente, no vamos a encontrar una buena exposición, ya que los intereses que la han originado pueden no estar relacionados con la pura función museística que el ICOM atribuye a los museos. Es decir, la protección, documentación, conservación, mantenimiento y comunicación del patrimonio natural y cultural del mundo. Claro que ustedes me dirán que dicho centro cultural no es un museo. Pues eso, seguramente tampoco es una obra social.
     Una exposición que nos hubiera gustado ver aprovechando la obra de Warhol en Bancaja, podría haber tenido un discurso expositivo en el que la obra del artista Pop dialogara con la de un buen artista expresionista como por ejemplo, la obra de Jackson Pollock o la de de Kooning. Dado el rechazo que el Pop norteamericano sentía hacia el expresionismo abstracto de los años cincuenta. Con semejante contraste hubiéramos entendido mejor la verdadera dimensión de la obra Pop americana y su verdadera aportación a la Historia del Arte.
     En vez de ese autista y frío aislamiento en el que la obra de Warhol es ensalzada en las salas expositivas de dicho Centro cultural, hubiera sido más interesante mostrar su alegre iconografía figurativa de colores brillantes, su carácter objetivo e impersonal, así como su palpable neutralidad social, junto a la poética depresiva del Expresionismo abstracto, subjetivo y romántico, ocupado en los sentimientos del artista. Tal contraste la hubiera acercado a su época y habría evidenciado su verdadera dimensión de celebración del momento de felicidad consumista que aquella sociedad vivió, perspectiva que a la postre la hubiera revalorizado más y hubiese contribuido a su mejor comprensión en la Historia del Arte.
     La falta de contenido de la que adolece esta exposición, convierte a la misma en una mera utilización del arte como producto especulativo y si bien el arte no esta ajeno al contexto mercantil en que se desarrolla, este no puede convertirse en el único criterio para hacer una exposición incapaz de generar conocimiento o al menos un mínimo de interés.
     Las obras de arte no deberían aparecer despojadas de su sentido original, por mucho que su función sea comerciar con ellas. Si no se conjuga con aspectos didácticos y estéticos esenciales, Warhol Superestar quedará empobrecido, ignorado y quizás con el tiempo desvalorizado incluso en las salas de Sotheby.


ORGANIZA: The Andy Warhol Museum.
EXPONE: Obra Social Bancaja. Plaza Tetuán, 23 (Valencia)
28 de septiembre 2012 al 5 de enero 2013