Gagosian Gallery Via Francesco Crispi, 16. Roma
En la reciente visita que hice a Roma en mis minivacaciones falleras, después de disfrutar de las maravillas de la Antigüedad clásica, me preguntaba qué tipo de arte contemporáneo se exhibe en el epicentro de la antigua cultura occidental.
Con esta curiosidad, me dirigí hacia la Galleria Comunale d´Arte Moderna e Contemporanea situada en la Via Francesco Crispi número 22, en busca de algún referente cuando tropecé con la Gagosian Gallery ubicada en el número 16 de la misma calle. Esta galería forma parte de una de las principales cadenas de galerías de arte propiedad del estadounidense Larry Gagosian, apodado Larry “Go-Go” por la rapidez y agilidad para comprar, vender y ganar. Gagosian practica un galerismo orientado a los grandes negocios. Sus estrategias comerciales se rigen por similares principios a los de cualquier centro comercial que le ha llevado a colocar estratégicamente ocho sucursales por todo el mundo, tres en Nueva York, una en Los Ángeles (Beverly Hill) dos en Londres, una en Atenas y la citada en Roma, además de dos oficinas, una en San Diego y otra Hong Kong, y como suele expandirse en periodos de recesión económica, se espera que realice nuevas aperturas en Moscú, India o China. Es tal su olfato comercial que marca tendencia, pues el lugar donde inaugura una galería se convierte en metrópoli artística contemporánea, algo de lo que Roma está muy necesitada debido a que esta ciudad, no tiene la tradición de Milán o Venecia en lo que respecta a arte contemporáneo.
Los orígenes de esta galería se remontan a las ventas de obras de arte de primera fila que Gagosian realizó en los años ochenta, a hombres de negocios americanos coleccionistas y filántropos de las artes. Gagosian ha sido nombrado recientemente por la revista Vanity Fair, como una de las figuras más poderosas en el panorama internacional del arte. Actualmente representa a artistas como Walter de Maria, Richard Serra, David Smith, Jeff Koons y un largo etcétera de primeras figuras de las artes contemporáneas.
CHRIS BURDEN: The Heart: Open or Closed
Del 13 Febrero al 27 marzo
En la galería de Roma se exponía una instalación y un vídeo del artista californiano Chris Burden (1946) titulada The Heart: Open or Closed, que consistía en dos arquitecturas independientes pero relacionadas entre sí, metáfora de dos culturas divididas por el odio, Oriente y Occidente.
La una titulada Nomadic Folly (2001), es la interpretación de una tienda nómada a partir de una estructura compuesta por una plataforma de madera que sostiene cuatro grandes espacios generados a partir de tejidos, alfombras y lámparas con un fondo musical de canciones turco-armenias.
La otra arquitectura, titulada Dreamer´s Folly (2010) consiste en una estructura con planta de cruz griega en hierro forjado ornamental cubierta por bóveda de cañón con la que se quiere evoca los miradores de los jardines ingleses a modo de un “hermoso santuario para soñar”.
El vídeo realiza la función de contraste entre ambos mundos. En él aparece Burden en un primerísimo plano con gafas de nadar y con el agua al cuello, para representar un predicador que lanza intensas y breves prédicas xenófobas.
La simpleza e ingenuidad de este artista nos sorprende. Para poder entrar en la arquitectura oriental era necesario descalzarse, mientras que la occidental era más fácilmente accesible por no necesitar de dicho requerimiento. Son dos espacios abiertos pero a la vez bien definidos, limitados, el uno junto al otro, pensados para que el visitante los transite. Sin embargo, solamente pasee por la arquitectura occidental, mientras que la oriental no me fue posible entrar. Sentía este espacio ajeno a mí. Sí, es verdad que la contemplé detenidamente y escudriñé los microespacios ocultos tras las ricas sedas, pero mi cultura y el contexto museístico me impidió entrar. Con esta sencilla pero eficaz exposición, el artista nos ilustra sobre la arquitectura de la cultura como espacios bien definidos, perceptiblemente accesibles pero cerrados por nuestras propias barreras culturales.
La instalación propone diferentes lecturas. Por un lado lo apasionante de poder transitar por otros espacios culturales, frente a la constatación de la dificultad que supone la multiculturalidad. En cualquier caso, la exposición presenta cierto aire de simulacro donde presenta lo occidental con tintes bucólicos y lo oriental desde una fantasía literaria, produciendo una idealización de esa multiculturalidad que acaba por falsear el mensaje que pretende hacer llegar al espectador, porque la multiculturalidad es un proceso complejo y conflictivo que no puede ser ilustrado con planteamientos tan ilusionistas.
Pero, en el contexto de comercio del arte contemporáneo comentado, ¿cómo se sitúa este artista y esta instalación? Sin duda, la Gagosian Gallery actúa como una franquicia similar a Macdonals, donde se prima más la apertura de puntos de venta para recibir encargo de artistas previamente encumbrados a través del marketing cultural, que la promoción de las artes y no digamos de la percepción de obras de arte. Esto supone una revolución en sí, ya que nos enfrentamos a galerías donde el arte es un simulacro, la obras de arte no están sino solo, como una muestra y representación de un objeto que puede ser comprado.
¿Es esto arte? Indudablemente. Es el arte que se expone en las galerías de arte internacionales del siglo XXI. Un arte hecho para vender, imbricado en un sistema comercial cuya función es su venta y consumo rápido, por tanto la pregunta esencial sería, si estamos ante un arte de calidad que presupone valores estéticos o sociales que tengan valor más allá de lo comercial. En el caso de la obra expuesta de Burden nos parece una obra excesivamente simplista ejecutada con un lenguaje Disney, que podríamos denominar arte-Disney.
¿Es esto arte? Indudablemente. Es el arte que se expone en las galerías de arte internacionales del siglo XXI. Un arte hecho para vender, imbricado en un sistema comercial cuya función es su venta y consumo rápido, por tanto la pregunta esencial sería, si estamos ante un arte de calidad que presupone valores estéticos o sociales que tengan valor más allá de lo comercial. En el caso de la obra expuesta de Burden nos parece una obra excesivamente simplista ejecutada con un lenguaje Disney, que podríamos denominar arte-Disney.
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